29 de diciembre de 2010

Demos el paso.

Allí estaban los dos. Pegados nariz con nariz. Respirando de forma entrecortada. Muertos de miedo.
¿Y por qué? Pues no lo sabían, puede que por el miedo a tener que agacharse para recoger el corazón del suelo.
Y ninguno de los dos se atrevía a dar el paso. Sus labios estaban a escasos centímetros y viendo la situación, podrían pasarse así la eternidad.

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